Un antidepresivo que apareció en 1981 cuyos efectos secundarios eran muy agradables. Quizá demasiado. Y es que muchas de las personas que lo tomaban experimentaban orgasmos incontrolables cuando bostezaban.
Dichos efectos fueron informados por tres psiquiatras del Hospital Regional de Saint John, en New Brunswick, en el Canadian Journal of Psychiatry, tal y como explica Ian Crofton en Historia de la ciencia sin los trozos aburridos:
Cada vez que bostezaban, dijeron dichos pacientes, tenían un orgasmo. Una mujer “admitió tímidamente que esperaba seguir tomando el medicamento con un tratamiento a largo plazo”, mientras que un hombre se vio obligado a llevar permanentemente un condón, en caso de en el autobús encontrara a un pelmazo que lo hiciera bostezar Una mujer de edad mediana que fue hospitalizada solicitó que se le quitara la medicación, porque en el ambiente hospitalario no había manera satisfactoria de resolver sus “ansias sexuales irresistibles”. Un cuarto paciente, un hombre casado, informó de una experiencia bastante distinta del medicamento: cada vez que bostezaba “experimentaba una sensación tan intensa de agotamiento y debilidad que tenía que tenderse durante diez a quince minutos.
Enlace: Noticia Xatakaciencia