Siempre me acordaré de las
palabras de un querido amigo: “yo es que debo ser muy tonto pero no lo
entiendo”. En todas las partes del mundo hay sinvergüenzas, pero que en Suecia
se les diagnostique una patochada de dimensiones estratosféricas, suficiente
como para cobrar una pensión, no dice nada bueno de ellos.
Este es el caso del caradura
Roger Tullgren. En 2007, este hombre de 42 años, conseguía una pensión por
discapacidad al demostrar que era adicto al heavy metal. Una pasión convertida
en adicción que le llevó a tener multitud de problemas laborales y no muy buena
aceptación social.
Otra cosa que no llego a
comprender es que como un grupo de presuntos médicos especialistas en psicología,
tres concretamente, perpetran un diagnóstico estúpido y absurdo que le permite
alcanzar el estatus de adicto y discapacitado.
Actualmente comparte su
condición de pensionista con un trabajo a media jornada como lavaplatos en un
restaurante en donde le permiten cantar todo lo que quiera mientras hace su
tarea, siempre y cuando no moleste a los clientes. Incluso ha conseguido que su
jefe le otorgue tiempo para ir a conciertos.
Suecia, que gran país….